lunes, 26 de septiembre de 2011

Tierra concentrada, modelo fracasado

El Informe de Desarrollo Humano (IDH) 2011 del PNUD pone el dedo en la llaga: pocos son los dueños de la mayoría de las tierras en Colombia, principal causa de que el país tenga uno de los peores índices de distribución de la riqueza global. El Estado ha fallado en su modelo de desarrollo agrario. 

La conclusión del IDH 2011 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) fue contundente en determinar que la principal talanquera para el desarrollo humano en Colombia es la alta concentración de tierras en pocas manos.

El Informe afirma que el 52 por ciento de la gran propiedad está en manos del 1,15 por ciento de la población, algo que termina por verse reflejado en el denominado coeficiente de Gini (que mide la desigualdad entre ricos y pobres) que indica que en materia de concentración de tierras en Colombia es de 0,85, un número alto si se tiene en cuenta que la escala va de 0 a 1. El índice general para Colombia es de 0,58, uno de los peores del mundo.

El diagnóstico del PNUD señala que el modelo de desarrollo agrario que se ha venido aplicando en Colombia en las últimas décadas solo ha favorecido aún más la concentración de tierras. Después de la apertura económica, la lógica de “más mercado y menos Estado”, sumado al debilitamiento de las instituciones y al control de territorios por parte de los grupos armados ilegales dejaron como resultado una estructura agraria inequitativa. “Toda la estructura de tenencia de la tierra y estructura agraria que tiene el país impiden y dificultan el desarrollo humano”, reza el informe.

La tierra en Colombia, además, se ha convertido en un bien especulativo que se acumula para obtener rentas sin ningún esfuerzo productivo. Es símbolo de riqueza, estatus, y prestigio social, algo que no ocurre en otros países. Eso explica en parte las luchas que se han dado por tenerla y es una de las razones por las cuales no han prosperado las reformas agrarias que se vienen intentando desde los años 30 del siglo pasado.
Colombia es rural

Uno de los mitos que se derrumban con el informe es que Colombia es un país urbano, pues casi la tercera parte de la población es rural (en vez de un cuarto como lo dijo el censo de 2005), que señala que 75,5% de los municipios colombianos son rurales y representan el 94,4% del territorio,  según el nuevo índice de ruralidad construido por los investigadores. Por eso, si Colombia quiere modernizarse debe solucionar primero el conflicto agrario.

El informe explica que el país si bien tiene un potencial de 21,5 millones de hectáreas, solo cultiva el 22,7 % de las tierras aptas (4,9 millones de hectáreas). En cambio, hay una ‘ganaderización’ de la tierra en Colombia, pues 39,2 millones de hectáreas están destinadas para pastos, rastrojos y malezas, de las cuales 31,6 están usadas en ganadería bovina, donde hay menos de una cabeza de ganado por hectárea.

Ese territorio es 10,6 millones más grande que el de las tierras aptas destinadas para producción de alimentos. Esto resulta paradójico porque Colombia es de los pocos países del mundo, junto con Brasil que dispone de tierras para expandir su frontera agrícola.

Los conflictos por el uso de tierra para ganadería, agricultura, minería o para fines de conservación requieren una pronta solución. El narcotráfico es un elemento adicional que incide en el conflicto agrario de manera especial en Colombia y que se ha traducido en el despojo y desplazamiento de los habitantes rurales del país.

El informe cifra el despojo de tierras en 6,6 millones de hectáreas, es decir, el 12,9 por ciento de la superficie agropecuaria; de las cuales se han recuperado 495.493. De ese total, el 73 por ciento corresponde a minifundios y propiedades pequeñas de hasta 20 hectáreas.

Como consecuencia, en los últimos 13 años, unos 3,6 millones de personas han sufrido el desplazamiento forzoso, el 65 por ciento de ellas menores de 25 años y el 14 por ciento con menos de 4 años.

Así mismo se midió qué tan democrática ha sido la sociadad rural colombiana, en medio del conflicto armado que la agobia, vinculándose su carencia con una mayor pobreza de los habitantes.

Según un modelo aplicado por los investigadores, se encontró que en las poblaciones en donde hubo menos alternancia política y pesisitó el control de las elecciones por parte de un solo grupo o partido político, hubo más necesidades básicas insatisfechas, más miseria y más precariedad en los servicios.

Razones para la esperanza

El informe llega en un momento crucial, en que el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos se embarca en la aplicación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, y justo cuando se está creando una nueva Ley de Desarrollo Rural que busca complementar la de las víctimas y generar oportunidades para que los campesinos tengan un futuro económico en el campo.

El PNUD propone una "reforma rural transformadora" para cambiar esa estructura inequitativa y democratizar la tenencia de la tierra. Esto no significa que todas las grandes propiedades deban ser desconcentradas, sino aquellas que no están siendo utilizadas de forma adecuada, como muchas de las que están dedicadas a la ganadería extensiva. La clave está en un reordenamiento territorial que permita la transformación que necesita el país.

Este es un acto, sobre todo, de voluntad política. El informe le dice al gobierno que no está solo, que se apoye en una red de investigadores, académicos y pensadores y propone acuerdos entre el Estado y la sociedad civil, abogar por la seguridad humana, la inclusión de los grupos minoritarios y la generación de confianza de la población hacia las instituciones.

Tomado de

 http://www.semana.com/nacion/tierra-concentrada-modelo-fracasado/164796-3.aspx

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viernes, 23 de septiembre de 2011

Una década después del asesinato de la religiosa que ayudó a la titulación de las comunidades afro en Nariño

Una década después del asesinato de la religiosa que ayudó a la titulación de las comunidades afro en Nariño, la justicia no ha esclarecido su crimen.

A las 12:15 del mediodía del 19 de septiembre de 2001 Yolanda Cerón caminaba con un familiar por la esquina de la Iglesia La Merced, frente al Parque Nariño en el centro de Tumaco, cuando un hombre alto le disparó en la nuca, la remató en el piso con cinco tiros más y huyó en motocicleta.

El hombre pertenecía al grupo de sicarios urbanos del Bloque Libertadores del Sur en Tumaco y era conocido con el alias de 'Capulina'.

La versión con la que los paramilitares pretenden justificar el asesinato de Yolanda Cerón, es decir que ella era de la guerrilla, pero su versión contrasta con lo que dicen las comunidades afro de Nariño, quienes por su labor han logrado obtener la titulación de casi un millón de hectáreas.
Aunque el autor material del crimen está muerto, Guillermo Pérez Alzate alias 'Pablo Sevillano', ex jefe de las Auc en Nariño, confesó en una versión libre en agosto de 2007 que ordenó el asesinato de Yolanda Cerón porque supuestamente tenía nexos con la guerrilla del Eln.

En julio del año pasado otros ex paramilitares confesaron el asesinato ante un fiscal de Justicia y Paz y no aportaron diferentes datos a los entregados inicialmente por el extraditado jefe paramilitar. Alias 'Tribilín' confesó que recogió a alias 'Capulina' después de asesinar a la religiosa, y 'Sarmiento', quien fue el segundo al mando de Tumaco, dijo que se cumplieron las órdenes de sus superiores.

Estas confesiones, sin embargo, han dejado abiertos varios interrogantes sobre los verdaderos motivos que tuvo el grupo paramilitar para cometer este crimen.

Para las personas que conocieron a la hermana Yolanda, esas sindicaciones de colaboradora de la guerrilla no son ciertas, y además atentan contra la dignidad, el trabajo y la memoria de la líder religiosa. VerdadAbierta.com estuvo en Tumaco y recogió testimonios sobre las diferentes causas que pudieron acabar con la vida de Yolanda Cerón.

Las versiones detrás del crimen
En ese municipio afirman que la hermana Yolanda se convirtió en un problema para los paramilitares porque denunciaba constantemente su complicidad con agentes de la fuerza pública. “Durante un consejo de seguridad en mayo (de 2001) en el batallón, Yolanda sostuvo las denuncias que hacía. Un oficial le dijo que el lenguaje de sus denuncias era como si hablara una guerrillera”, le contó a VerdadAbierta.com una fuente que pidió mantener en reserva su identidad.

Otras personas sostienen que los paramilitares ingresaban a guarniciones militares y se reunían con miembros de la fuerza pública. Además de esos hechos, los paramilitares asesinaban y delinquían a plena luz del día sin que les pasara nada.

“En 2001 hace su entrada oficialmente el paramilitarismo y lo hace con una escalada terrorista muy degradante. Las personas eran seleccionadas y asesinadas a cualquier hora. Para generar terror asesinaban a plena luz del día. Cayó gente del común, docentes, gente de organizaciones y hasta enfermos mentales”, contó una persona que tuvo que vivir el horror paramilitar hace diez años.

La hermana Yolanda también documentó casos de violaciones de derechos humanos y presentó informes escritos que, en su momento, fueron calificados por algunas “autoridades gubernamentales y de la fuerza pública, como si fueran escritos por la guerrilla”.

“Todo lo que pasaba aquí en los municipios de la costa era denunciado. Por eso, tenemos que decir básicamente que por eso fue su muerte. Por denunciar, por mostrar lo que está sucediendo. Las autoridades querían hacerse los ciegos y ocultar las cosas”, le contó a VerdadAbierta.com una persona que trabajó con la hermana.

Otra causa que pudo conducir al asesinato de la hermana Yolanda Cerón fue su extenso trabajo organizativo con las comunidades étnicas de la costa pacífica y ser el eje de un proceso de titulación de territorios comunitarios. Durante más de 10 años la líder religiosa se dedicó a organizar a las comunidades afro y a difundir la Ley 70, para que éstas formaran consejos comunitarios y les titularan sus territorios.

“El trabajo comunitario a los empresarios los toca. Al estar adjudicados los territorios a las comunidades étnicas, ellos tienen que hacer una consulta previa y dialogar con las comunidades para ver si pueden realizar sus proyectos en el territorio. Eso les genera dificultades”, le explicó a VerdadAbierta.com una persona que trabajó con la hermana Yolanda en pro de la titulación de tierras.

Otra persona que pidió mantener en reserva su identidad, contó que “por haber denunciado el despojo de tierras para el cultivo de las palmeras de aceite”, la líder comunitaria pudo ser asesinada.

Todas las personas consultadas por VerdadAbierta.com tienen diferentes versiones sobre los posibles móviles del asesinato de la hermana Yolanda. Lo único en lo que no difieren, es en afirmar que su muerte no se dio por los supuestos nexos con la guerrilla, que han señalado los postulados al proceso de Justicia y Paz.

El lento paso de la justicia

La justicia ha avanzado en lo posible para esclarecer y dictar una condena contra los responsables del asesinato de Yolanda Cerón. En 2004 se vinculó formalmente a una investigación penal a 'Pablo Sevillano' que llegó hasta la audiencia preparatoria para juicio, pero a raíz de su extradición a Estados Unidos por cargos de narcotráfico en mayo de 2008, el proceso quedó suspendido.
En cuanto a los postulados que también confesaron el asesinato, sus procesos en la justicia ordinaria fueron suspendidos y trasladados a la jurisdicción de Justicia y Paz.

En el sistema de justicia transicional a 'Pablo Sevillano' le fueron imputados cargos durante las audiencias realizadas entre junio de 2009 y noviembre de 2010. El proceso de los otros dos postulados ha avanzado un poco más, y les fueron formulados cargos ante un magistrado de control de garantías de Justicia y Paz entre finales de marzo y principio de abril de este año. Están a la espera de una futura audiencia de la legalización de cargos y del incidente de reparación, que son las instancias previas para que la Sala de Conocimiento de Justicia y Paz pueda dictar una sentencia.

Por el asesinato de la hermana Yolanda no están siendo investigadas personas por fuera del Bloque Libertadores del Sur, y tampoco han sido mencionadas en las versiones libres, en donde los postulados “señalan sin pruebas” los supuestos vínculos de la religiosa con la subversión. Tampoco se puede hablar de reparación.

En una versión libre, alias 'Sarmiento' dijo desconocer las versiones que dio un desertor del Bloque, quien señaló que comerciantes ambulantes le pusieron quejas a 'Pablo Sevillano' porque la hermana Yolanda estaba recuperando parte del especio público.

Tras esa "queja", según el desertor, el jefe paramilitar le pidió al periodista Santos Cáceres Martínez que hiciera las investigaciones respectivas, y tiempo después éste le entregó una carpeta con las denuncias que la religiosa estaba haciendo sobre los crímenes de los paramilitares y la complicidad que tenían con algunos miembros de la fuerza pública.

Durante la versión libre el ex paramilitar dijo que no conocía sobre esas reuniones ni documentos, sino que el asesinato se realizó por los supuestos nexos “de la ex religiosa con el Eln”.

En 2004, el periodista había sido procesado por la Fiscalía de Derechos Humanos de Cali. Fuentes le contaron a VerdadAbierta.com que Santos Martínez quedó en libertad y desapareció en mayo de 2008. Así mismo, dijeron que pese a que su cadáver no ha aparecido, fue asesinado.

Actualmente el caso de Yolanda Cerón también se encuentra en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en donde está en la etapa de pre-admisibilidad para su estudio. En esta instancia de la justicia internacional los representantes del caso pretenden presentarlo en conjunto con otros homicidios y dimensionar el daño que causaron los paramilitares al asesinar a una representante de la Iglesia Católica y líder comunitaria.

Legado social y comunitarioYolanda Cerón nació en Berruecos, Nariño, el 15 de septiembre de 1958 en un hogar humilde y católico. Estudió Ciencias de la Educación y Religión en la Universidad Mariana de Pasto y en 1982 ingresó a la Compañía de María Nuestra Señora.
Inició su trabajo con las comunidades afro de Nariño a mediados de los años 80, enseñando en una escuela de Salahonda, en el municipio de Francisco Pizarro. Desde allí, conoció de primera mano la realidad de las comunidades afro y muy pronto se vio involucrada en encontrar una solución a la situación de pobreza y en especial a la falta de tierras.

En el Pacífico nariñense el trabajo de la religiosa se vio reflejado en que ayudó directamente en la titulación de 550 mil hectáreas. A pesar de su muerte, sus enseñanzas se convirtieron en semillas para que otros líderes continuaran la lucha por sus tierras. 18 años después, el trabajo que inició y no pudo terminar, le permitió acceder a casi un millón de hectáreas a las comunidades afrodescendientes de Nariño.

“Ella siempre llegaba a conversar con la gente. A ver la forma de vida que tenía la gente y cómo podía ayudarla. Luego empezó a hablarles sobre la importancia de que las comunidades estuvieran unidas. Que nos diéramos cuenta que las cosas que estaban pasando en el Urabá y (las masacres) en otras partes, con el tiempo las íbamos a tener acá. Y que sería bueno que cuando esas cosas llegaran estuviéramos preparados”, le contó a VerdadAbierta.com una persona que trabajó con ella durante varios años.

Ese trabajo de reunir a las comunidades y orientarlas para que se agruparan bajo una sola organización dependiendo de sus territorios y costumbres, tuvo una gran oportunidad para hacerse realidad por medio de la Constitución Política de 1991, que permitió la titulación de tierras baldías como territorios comunitarios.

Hace 20 años la Asamblea Constituyente creó el artículo transitorio 55 que estableció que “dentro de los dos años siguientes a la entrada en vigencia de la presente Constitución, el Congreso expedirá (…) una ley que les reconozca a las Comunidades Negras que han venido ocupando tierras baldías en las zonas rurales ribereñas de los ríos de la cuenca del Pacífico, de acuerdo con sus prácticas tradicionales de producción, el derecho a la propiedad colectiva sobre las áreas que habrá de demarcar la misma ley”.

El 27 de agosto de 1993 el Congreso de la República aprobó la Ley 70, y a partir de ésta, las comunidades étnicas iniciaron su proceso de organización y creación de consejos comunitarios. En esta esta etapa, la hermana Yolanda, integrantes de organizaciones no gubernamentales y de otros departamentos fueron clave para difundir e incentivar el uso de la Ley 70.

Entre los requisitos que debe cumplir una comunidad para la titulación colectivade un territorio, y que fueron enseñados por la líder religiosa a través de talleres y conferencias, están la creación de consejos comunitarios, la diagramación del territorio colectivo que se pretende titular, la conservación de los recursos naturales, la explotación minera, los reglamentos internos de cada comunidad y finalmente los proyectos productivos que debían ser los soportes económicos de las comunidades así formadas.

La primera organización que ayudó a conformar la hermana Yolanda fue la Asociación Campesina del Patía (Acapa), que, con la posterior entrada en vigencia de la Ley 70, se convertiría en el primer consejo comunitario en solicitar formalmente al Estado colombiano la titulación de sus territorios colectivos.
Hoy en día, ese consejo comunitario agrupa a las comunidades de los municipios de Francisco Pizarro, y las otras en Mosquera y Tumaco.

“Eso fue un trabajo árduo porque les tocaba ir de comunidad por comunidad en un territorio muy extenso. Eran 28 comunidades a las que fue una por una, socializando los objetivos para que se vincularan al proceso: hacer que ellos mismos fueran forjadores de su desarrollo y futuro, a través de la capacitación y la exigencia al Estado y los empresarios para que dejaran de saquear las riquezas naturales de los territorios”, le contó a VerdadAbierta.com una persona que vivió de cerca ese proceso.

Acapa fue el piloto para la creación de otros consejos comunitarios, que replicaron el mismo modelo de trabajo, y que se tradujeron en el Alto Mira y Frontera, Bajo Mira y Frontera (en Tumaco), Organichar (El Charco), entre otros de municipios de Mosquera, Roberto Payán y Maguí Payan.

Algunos pobladores calculan que, en vida, la hermana Yolanda Cerón ayudó a la titulación de 550 mil hectáreas para las comunidades afro. Actualmente en Nariño existen 49 consejos comunitarios. Sólo seis de ellos no han recibido la titulación de sus territorios, porque “han tenido problemas con empresarios, el Estado y grupos armados”.

Galería de la 'Semana por la Paz'


Para preservar la dignidad de la hermana Yolanda y no dejar en el olvido su trabajo por las poblaciones afrodescendiente, la Pastoral Social de Tumaco y otras organizaciones realizaron una 'Semana por la Paz' dedicada a ella.

Tomado de
http://verdadabierta.com/component/content/article/229-perfiles/3553-las-preguntas-detras-del-asesinato-yolanda-ceron/

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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Treinta años luchando por el Ariari

En el Alto Ariari 700 familias fueron desterradas por los grupos armados ilegales. Esta es la historia de cómo pasaron de ser poseedores de las tierras más ricas del Meta a vivir temerosos, amenazados, en un lote que compraron con su dinero y declararon zona humanitaria.

A las seis de la tarde del 12 de agosto de 2003 las balas silenciaron a Reinaldo Perdomo. Era el líder de la Comunidad Civil de Vida y Paz, Civipaz, un grupo de 700 familias campesinas del Meta que desde 1980 exige titulación de tierras así como protección para vivir y trabajar en ellas.

Pese al asesinato de Perdomo y de por lo menos otros 260 campesinos de la región, la comunidad ha resistido a 30 años de combates entre la guerrilla y los paramilitares, atropellos del Ejército y un Estado que no los ha protegido para regresar a sus fincas.  “Es escalofriante ver a las familias que están resistiendo allá. En cualquier momento puede haber otro desplazamiento. Nadie los acompaña en su intento por recuperar sus fincas”, dijo un campesinoVerdadAbierta.com.

Su historia comenzó después de la violencia bipartidista de 1950, cuando muchos campesinos huyeron del odio entre conservadores y liberales y colonizaron tierras baldías en el noroccidente de Meta. La zona, conocida como el Alto Ariari, es un conjunto de municipios bañados por los ríos Ariari, Guape y La Cal, de tierras muy fértiles. La fortuna de tener las tierras más ricas de la región los puso en la mira de los grupos ilegales.

“Todo era tranquilidad hasta que llegaron los paramilitares. Se hicieron pasar primero como ‘mano negra’ y luego instalaron una base en El Dorado. También pusieron retenes desde San Martín hasta Cubarral donde desaparecieron gente. Luego vinieron las masacres y las persecuciones a los líderes”, dijo otro campesino que también pidió la reserva de su nombre por razones  de seguridad. 

Por orden de los hermanos Carlos y Vicente Castaño, 200 paramilitares provenientes del Urabá aterrizaron en el Meta a finales de la década de os noventa y se instalaron en San Martín, en el corazón del departamento, al mando de Manuel de Jesús Pirabán alias ‘Pirata’. El ex paramilitar comenzó a delinquir en Castilla Nueva, San Carlos de Guaroa, Puerto Lleras y Mapiripán hasta conformar el Bloque Centauros, que en 2004 ya tenía presencia en todo el territorio y pasó a llamarse ‘Héroes de los Llanos’. El terror comenzó con el exterminio de los militantes de la Unión Patriótica, UP (Lea ‘El saldo rojo de la UP’).

El Alto Ariari fue una de las zonas donde más se persiguió a la Unión Patriótica (el partido político que había surgido de acuerdos de paz entre gobierno y las Farc en los ochenta y que subsistió aún después de que los diálogos fracasaran). “Los paramilitares empezaron a asesinar a los líderes y miembros de las Juntas de Acción Comunal, JAC. Uno de esos hechos fue la masacre de Caño Sibao”, dijo una campesina de la región. La mujer se refirió a la masacre ocurrida el 3 de junio de 1992 y por la cual ya fue condenado alias ‘Pirata’ a 30 años de prisión en la justicia ordinaria. Ese día fueron asesinados cinco militantes de la UP, entre ellos, María Mercedes Méndez y William Campo, la alcaldesa saliente, y el recién alcalde electo de El Castillo.

La persecución
Aunque entre 1986 y 1988 los paramilitares consiguieron asesinar a 300 integrantes la UP en el Meta, no lograron desaparecer a la comunidad del Ariari que tuvo que resistir los señalamientos de ser presunta colaboradora de la guerrilla. Durante la siguiente década, el conflicto se agudizó, cuando Andrés Pastrana creó la zona de distensión en La Uribe, Mesetas, La Macarena y Vista Hermosa, municipios colindantes con el Ariari, para negociar con las Farc.

Tras el fallido proceso de paz, el gobierno puso en marcha la Operación Conquista para recuperar los territorios donde se concentró la guerrilla y fueron sembradas miles de hectáreas de coca. A partir de 2002, las organizaciones de derechos humanos comenzaron a denunciar los excesos de miembros del Batallón XXI Vargas, estacionado en Granada. Argumentaron que con el pretexto de combatir a la guerrilla, en realidad  perseguían a sindicalistas y líderes comunales y agrarios de la región.

Varios paramilitares desmovilizados respaldan su tesis. En versión libre en mayo de 2010, Luis Arlex Arango alias ‘Chatarro’ aseguró que los paramilitares hicieron alianzas con militares de ese batallón para asesinar a personas, fueran civiles o de la propia tropa, para presentarlos como resultados en combates. El ex jefe paramilitar del Frente Hernán Troncoso, que delinquía en el occidente de Meta, aseguró que en ese pacto estuvieron involucrados por lo menos 200 militares.

“En enero de 2002 una patrulla de la Fuerza de Despliegue Rápido, Fudra, entró a La Floresta, vereda de El Castillo y asesinó a Eyder Quiguanás. Obligaron a la familia a llevar el cadáver hasta un punto donde llegó un helicóptero. A Eyder lo presentaron como guerrillero muerto en combate y el cuerpo nunca apareció”, contó a VerdadAbierta.com un campesino de la región.

En febrero de 2002 el Bloque Centauros cambió de dueño. Según lo ha documentado la Fiscalía, Vicente Castaño le vendió la franquicia de este grupo al narcotraficante Miguel Arroyave alias ‘El Arcángel’, conocido en la región como el Señor de las Aguas por comercializar los insumos para el procesamiento de la coca. ‘El Arcángel’ nombró como jefe de finanzas al narcotraficante Daniel Rendón Herrera alias ‘Don Mario’, que en versiones libres de Justicia y Paz confesó que a su llegada a los Llanos creó el ‘Frente Ariari’.



Mientras los paramilitares se expandían, los campesinos luchaban por no abandonar sus fincas. El temor aumentó el 1 de noviembre de 2001 tras el asesinato de Mario Castro Bueno, el personero de El Castillo que llevaba el caso de la desaparición de Quiguanás. “Mario era un hombre querido por los campesinos del Alto Ariari. Cuando Eyder fue asesinado fue hasta La Floresta, habló con la familia y puso la denuncia. Después del asesinato, misteriosamente se desaparecieron las pruebas que había en su despacho”, advirtió un informe de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz. Daniel Rendón Herrera, alias ‘Don Mario’ reconoció el crimen y fue condenado por la justicia ordinaria a 15 años de prisión.

“El Ejército saqueaba las fincas, se llevaba las cosas de valor y mataba a los animales. Por miedo, la gente se desplazó a Villavicencio y se ubicó en los barrios La Nora, Covisan, Morichal, Rodeo, Pinilla, La Reliquia y Porfía. Nos fuimos organizando con ayuda de la Comisión Intereclesial. Luego, nació la Comunidad Civil de Vida y Paz en representación de todas las familias víctimas del Alto Ariari”, dijo un integrante de la organización.

Reinaldo Perdomo era el líder y había viajado a Cacarica, Chocó, para conocer cómo los campesinos de esa región se habían organizado para exigir la titulación de tierras. “El 12 de agosto de 2003 mataron a Reinaldo. Volvió el miedo y dejamos de reunirnos durante dos meses. No se podía vivir en tranquilidad porque cada rato había allanamientos, si uno iba a reclamar alguna ayuda a la Red de Solidad Social de una vez salía amenazado. Nombramos otro representante, y en las fincas quedaron algunas familias resistiendo”, dijo una víctima.

Pero la lucha de algunos de ellos también fue silenciada. Lucero Henao y su hijo Yamid Daniel fueron de las pocas familias que se quedaron en el Ariari. En febrero de 2004 fueron asesinados, acusados de ser presuntos colaboradores de la guerrilla. Henao era defensora de derechos humanos, había trabajado en el Sindicato Agrario del Meta Sintragrim y fue militante del Partido Comunista y la Unión Patriótica. Era la Presidenta de la Junta de Acción Comunal en el Ariari.

En una versión libre, alias ‘Julián’, ex jefe del ‘Frente Ariari’, confesó que el asesinato de la líder respondió a los señalamientos que hizo Euser Rondón, ex alcalde de El Dorado (2001-2003) y ex candidato a la Gobernación del Meta (2004-2007), que luego fue asesinado.  “Euser era muy amigo de ‘Don Mario’ y de don Miguel (Arroyave). Él era el consejero de los ‘paras’ y señaló a varios líderes de ser cuotas de las Farc. Él tenía mucho rencor hacia la guerrilla porque ese grupo le había asesinado al suegro”, contó el exjefe paramilitar en la Fiscalía.

El regreso en ‘fuego cruzado’
Pasaron dos años del asesinato de varios de los líderes y la comunidad decidió regresar en febrero de 2005 al Alto Ariari para recuperar las fincas. Organizó una comitiva de 35 familias, que viajó desde Villavicencio hasta el caserío de Puerto Esperanza, en El Castillo, para instalarse en un lote que por colecta y con ayuda internacional compraron en la vereda El Encanto.

“Ese día salimos en cinco buses. Íbamos gritando, cantando, muy felices. La Policía dijo que nos escoltaba y les dijimos que no. En tres años no nos habían garantizado protección y permitir ese acompañamiento nos exponía. A 20 minutos del Ariari nos salieron los paramilitares. Nosotros les dijimos que éramos población civil, que nos dejaran pasar. En la vereda las familias que estaban resistiendo nos recibieron con pancartas”, contó un campesino que participó del regreso.

En El Encanto los campesinos levantaron sus casas con lona y bautizaron el sitio como Zona Humanitaria para evitar la incursión de grupos armados. Sin embargo, estaban en medio de un fuego cruzado donde guerrilleros y paramilitares realizaban combates a plena luz del día. “La guerrilla lanzaba cilindros desde el filo de la montaña y los paramilitares respondían con ráfagas desde la planicie”, dijo una víctima de la zona.

La guerra convirtió a Puerto Esperanza, el pueblo a donde la Comunidad había comprado su lote, se convirtió en un pueblo fantasma. El internado de mujeres y la caseta sindical fueron destruidas durante los combates. De a poco, los campesinos que se instalaron en El Encanto empezaron a tener problemas para abastecerse de alimentos porque los paramilitares controlaban el ingreso de comida a la región.

“Además de que nos cobraban ‘vacuna’, había restricción sobre la alimentación. Solo dejaban entrar una panela por semana, dos o tres libras de arroz y una libra de manteca. ¿Cómo hacía uno para mantener a una familia donde había ocho hijos?”, dijo una campesina de la vereda.

Sin finca y con deudas
Desde 2005 las familias del Alto Ariari han intentado regresar por sus propios medios a las fincas. Sin embargo, han encontrado lotes inundados por el rastrojo, sin linderos porque las cercas fueron destruidas y sin cultivos porque las tierras fueron dispuestas para la ganadería.

“Cuando volvimos vimos todo era un solo potrero, con ganado que los paramilitares habían traído de San Martín, Granada y Villavicencio. Nos llevamos también la sorpresa de que muchos de nosotros estábamos endeudados. La Alcaldía de El Castillo nos está cobrando los impuestos prediales desde 2002, sabiendo que nosotros fuimos desplazados. La empresa de energía hizo lo mismo, y en muchas de las casas no hay transformadores ni contadores porque los paramilitares se los robaron”, dijo un campesino de la región. En una versión libre, alias ‘Don Mario’ confesó que desde 2002 hasta la desmovilización robó por lo menos 42.000 cabezas de ganado en la zona (Lea ‘Paras confesaron crímenes de guerra: ‘Paras’ del Centauros confesaron crímenes de guerra).
 
En el Alto Ariari los campesinos no alcanzaron a ser beneficiarios de la Reforma Agraria que se dio en algunas zonas del país a finales de la década de los ochenta. El proceso apenas comenzaba cuando los campesinos tuvieron que salir desplazados en 2002 para proteger sus vidas. Para entonces, eran poseedores de la tierra, tenían cartas-ventas o escrituras, pero no un documento que legalmente los declarara propietarios. “Aunque hubo desmovilización, los paramilitares siguen en la zona. De pronto no se apoderaron como tal de las fincas, pero el miedo de regresar es terrible porque no hay garantías”, dijo una víctima.

En la actualidad, así como hace seis años cuando las 35 familias se atrevieron a regresar, la mayoría de los campesinos vive en la Zona Humanitaria y de día sale a trabajar en las fincas donde deberían vivir. Sin embargo, no se quedan allí  por el miedo.
 
Las amenazas continuaron.  Según un comunicado de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, el 13 de septiembre de 2010 una campesina recibió tres llamadas en las que un sujeto la señaló a ella y a otro campesino de ser colabores de la guerrilla. Luego, le dijo que se fueran de la región. “Ustedes son los chismosos y sapos de Puerto Esperanza. No se les haga raro cuando lleguemos a hacer limpieza. Los vamos a matar si no desocupan”, les dijo. Un año antes, en febrero de 2009, fue desaparecida Alba Nelly Murillo, presidenta de la Junta de Acción Comunal de la vereda La Esmeralda, en El Castillo.

La Comisión también denunció los asesinatos de Nilson Ramírez, ocurrido el 7 de mayo en El Castillo, y de Nelson Murillo Taborda el 9 de septiembre de ese mismo año en Lejanías. “Según versiones de un testigo, los asesinos de Nelson se identificaron como paramilitares y después de perpetrar el crimen huyeron en una moto hacia El Castillo”, indicó la Comisión en la denuncia.

Las 700 familias campesinas le exigen al Estado que escuchen sus peticiones de hace 30 años. Que les den garantías para retornar y que les titulen las tierras a los campesinos que no tienen parcela para cultivar plátano, yuca, fríjol, maíz y caña. “Necesitamos condiciones para volver. En la región siguen habiendo grupos armados. Para recuperar la tierra no podemos solos. Necesitamos al Estado que no estuvo ahí cuando nos desplazaron”, clamó un campesino.

Tomado de
http://www.verdadabierta.com/component/content/article/158-captura-de-rentas-publicas/index.php?option=com_content&id=3463


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lunes, 19 de septiembre de 2011

La restitución de tierras en Turbo es una realidad

La restitución de 407 hectáreas en la vereda San Pablo de Tulapas, municipio de Turbo, es una realidad tras la decisión del Magistrado de Control de Garantías Olimpo Castaño Quintero de cancelar los títulos fraudulentos y notificar que los predios volverán a sus reales dueños.

La decisión fue tomada el pasado 16 de septiembre tras la exposición de la investigación que llevó a cabo la fiscal Liliana Donado, quien está a cargo de la Subunidad de la Fiscalía General de la Nación para la Persecución de Bienes para la Restitución.

Además de la cancelación de los títulos y la restitución de los bienes, el magistrado Castaño ordenó que se investigara a Lucely Contreras Martínez, quien por varios años fue Notaria Única de Apartadó, y se determine si otros funcionarios públicos están involucrados en este despojo masivo de tierras.

Los predios restituidos mediante la decisión judicial son No hay como Dios, La Primavera, La Paz, La Esperanza, La Cabaña, El Delirio II, Costa Azul I, Costa Azul II, La Jordania, El Delirio, Mi Ranchito, El Rosario, No hay como Dios, Nuevo Paraíso y Dios sí sabe.

Las razones que presentó el Magistrado para considerar que los títulos eran fraudulentos se basaron en el hecho de que los propietarios jamás fueron a una notaría para otorgar los poderes necesarios para la venta de las tierras. Tampoco asistieron a una notaría los supuestos intermediarios, Otoniel Segundo Hoyos Pérez y Humberto de León Atehortúa Salinas, cuando realizaron la firma de las escrituras.

A esto se le suma que en dos casos específicos aparece la firma de los propietarios otorgando el poder a comisionistas para que realizaran la venta. Como pudo comprobar la Fiscalía, ni las firmas ni las huellas corresponden a estas personas. La fecha que aparece en los poderes es del año 2005 y los propietarios de los predios La Paz y La Cabaña habían muerto en 1996 y 1998 respectivamente.

La historia
En el año 2002, Freddy Rendón Herrera, alias ‘El Alemán’ comisionó a Dairon Mendoza Caraballo, conocido con los alias de ‘Rogelio’, ‘el Águila’ o ‘Cocacolo’, para que buscara algunas tierras que pudieran servirle al excomandante paramilitar en su propósito de desarrollar lo que denominó “un proyecto de alternatividad social”.

La idea de este proyecto fue confesada por ‘El Alemán’ en versión libre llevada a cabo el 10 de febrero de 2011. En ella afirmó que él necesitaba buscar una solución de empleo para sus hombres luego de que se desmovilizaran. Teniendo en cuenta que casi todos eran campesinos, decidió destinar entre 200 y 250 millones de pesos para comprar tierras en Urabá. Este dinero, según lo declarado por Rendón Herrera, provino de los impuestos cobrados por el Bloque Elmer Cárdenas a todas las actividades económicas, lícitas e ilícitas, entre ellas el narcotráfico.

Según lo afirmado por Dairon Mendoza Caraballo durante la audiencia solicitada para la cancelación de los títulos de estos predios, ‘El Alemán’ le había dado la orden de conseguir una persona que le ayudara con los papeles para negociar las tierras con los campesinos. La Fiscalía logró identificar a esta persona como Antonio Meléndez Correa, quien fue asesinado en agosto del 2006.

Guido Manuel Vargas, un campesino de la zona, fue el encargado de hablar con los campesinos por orden de los paramilitares para tratar de negociar la venta de las tierras. Casa por casa, habló con cada uno de los labriegos explicándoles que esas tierras las necesitaban las Auc porque iban a instalar una base en la zona; también les dijo que era preferible que vendieran y recibieran dinero por ello, porque de lo contrario perderían los predios y se quedarían sin nada.

Este fue uno de los argumentos de los que se valió el Magistrado para afirmar que “hubo un negocio jurídico de carácter civil provocado por el problema de violencia que vive el país”. Sin embargo, resaltó que el negocio de venta se hizo de palabra y jamás se otorgó un poder real para que se pudieran realizar las ventas y escrituras correspondientes.

Luego de que Vargas convenciera a los campesinos de vender sus tierras por precios que iban desde 30.000 pesos hasta 100.000 pesos la hectárea en el mejor de los casos, Meléndez se encargó de realizar los papeles correspondientes.

La fiscal Liliana Donado afirmó que Meléndez había conseguido poderes falsos que autorizaban a los comisionistas Carlos Alberto Grajales Gómez, Jorge Eliach Zuñiga y Fabián Roldán Villa a enajenar los predios que pasarían a manos de los paramilitares del Bloque Elmer Cárdenas. Más tarde, por orden de alias ‘Cocacolo’, Otoniel Segundo Hoyos Pérez y Humberto Atehortúa Salinas se reunieron con Meléndez para firmar las escrituras de los predios.

Lo particular de este caso es que mientras la fiscal Donado señalaba a los comisionistas, otro fiscal en Medellín precluyó una investigación en su contra por el delito de concierto para delinquir. La decisión, que fue ratificada en segunda instancia por el Tribunal Superior de Medellín, benefició a Guido Manuel Vargas, Fabián Roldán Villa, Jorge Eljach Zúñiga, Carlos Alberto Grajales, Nelson Enrique Cárdenas y Zulma Yidi Romero Cerquera.

Así fue el negocio
Antonio José Meléndez fue el encargado de coordinar la elaboración de los poderes que fueron otorgados a Fabián Roldán Villa, Carlos Alberto Grajales Gómez, Jorge Eliach Zuñiga y a Benjamín Alvarado Bracamonte. Los tres primeros fueron llamados a declarar ante la Fiscalía, pero ninguno asistió y sólo dos de ellos, por medio de su apoderado, afirmaron no estar disponibles para rendir declaración.

Sin embargo, en la Fiscalía Seccional de Apartadó existe un proceso en su contra por el delito de concierto para delinquir. En las versiones presentadas ante la justicia, en ese caso, declararon que sólo actuaron como comisionistas en la venta de la tierra y que sólo tuvieron como misión poner en contacto a Meléndez con los futuros compradores.

La Fiscal leyó una parte de la declaración en la que decían que no conocían los antecedentes de las tierras, ni que éstas eran reclamadas por sus propietarios y que sólo recibieron los poderes debidamente diligenciados y autenticados por parte de Meléndez.

Los casos reflejan la forma cómo se apropiaron de las tierras los ex paramilitares del Bloque Elmer Cárdenas. En todos ellos aparece que sus legítimos dueños le vendieron las tierras a Benjamín Alvarado Bracamonte, quien después le transfirió los poderes a los señores Fabián Roldán Villa, Carlos Alberto Grajales Gómez y Jorge Eliach Zuñiga. Posteriormente, ellos vendieron los predios a los ex paramilitares Otoniel Segundo Hoyos Pérez y Humberto León Atehortúa Salinas, quienes aparecen como propietarios de las tierras.

Actualmente las fincas están abandonadas y fueron incluidas en una lista de inmuebles que entregó Rendón Herrera para la reparación de las víctimas. Es por esto que en la decisión del Magistrado se incluyó el propósito de informarle a Acción Social y a la Dirección Nacional de Estupefacientes que estos predios son propiedad de los campesinos reclamantes y no se pueden incorporar al Fondo para la Reparación de Víctimas.

De esta manera los reclamantes de tierras favorecidos con la decisión esperan volver a sus predios para poder trabajarlos nuevamente. Algunos de ellos le expresaron a Verdadabierta Antioquia la emoción por la decisión del juez: “por fin, después de tanto tiempo, tenemos lo que nos pertenece. Ahora nadie nos puede sacar de ahí”, dijo una de las mujeres beneficiadas.

Pese a la decisión favorable, los representantes de las víctimas pidieron protección de las autoridades, pues bien se sabe que en Tulapas aún hay presencia de grupos armados ilegales. Los campesinos esperan que con esta medida, su regreso a las tierras sea lo más pronto posible.

Tomado de
http://www.verdadabierta.com/component/content/article/158-captura-de-rentas-publicas/3551-la-restitucion-de-tierras-en-turbo-es-una-realidad


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martes, 13 de septiembre de 2011

Tierra prometida en La Bellacruz

Tomado de http://www.verdadabierta.com/component/content/article/3530-tierra-prometida-en-la-bellacruz

Desplazados están reclamando predios baldíos en la Hacienda Bellacruz, pero allí se desarrolla un proyecto agroindustrial que lidera Germán Efromovich. Investigación especial de VerdadAbierta.com


Antes de entrar a revisar los predios en la vieja Hacienda Bellacruz en el sur del Cesar  -que hoy se llama La Gloria y está tapizada de un joven sembradío de palma aceitera- los funcionarios del Incoder averiguaron si era seguro y les dijeron que no había problema. Acompañados por un funcionario de la Alcaldía de Pelaya,  y explicando sus motivos a los guardias que custodiaban la finca, realizaron su inspección. El ambiente era tenso porque ha corrido la voz en la región de que la entidad va a recuperar unos baldíos y no se sabe bien donde están. Los resultados de la diligencia del Incoder son aún secretos, hasta tanto la entidad no inicie un proceso formal.

Lo que está allí en ciernes no es poca cosa. De un lado, un grupo de 64 familias campesinas, víctimas del conflicto armado, a quienes el Estado les reconoció el derecho a tierras en esa zona desde hace más de una década, pero les ha quedado mal. Del otro, un grupo empresarial encabezado por el renombrado empresario dueño de Avianca, Germán Efromovich, dueños de La Gloria desde 2009, y promotores de un gran proyecto de producción de palma aceitera que tendrá una inversión de 160 millones de dólares y que busca sacar de la depresión económica a esa golpeada zona.

Los campesinos habían ocupado el predio María Isidra por allá en los ochenta, un baldío adentro de Bellacruz y comenzaron a trabajarlo. Le pidieron al Instituto de la Reforma Agraria de la época que les titulara este y otros baldíos que sumaban 1.500 hectáreas en la misma finca, pero este no accedió a su petición.  El Incora prefirió comprarle otros terrenos a los dueños de la hacienda, la familia del ex ministro Carlos Arturo Marulanda, a 339 pesos la hectárea, (equivalentes a unos 400 dólares de 1995, cuando se realizó la compra). Esos los predios comprados se llamaban San Antonio, Santa Helena, Los Cacaos y San Carlos y sumaban 2.060 hectáreas. Con la convicción de que en cuestión de semanas ya serían propietarios de esos predios,  algunos campesinos se fueron a vivir a uno de ellos. Pero pasaron los días y los títulos no les salían. Después se vino la debacle: ‘Juancho Prada’ y sus paramilitares, en complicidad con Francisco Alberto Marulanda (hermano del ministro Carlos Arturo condenado a 18 años de cárcel en 2003) sacaron a varios campesinos corriendo de allí y ya no pudieron seguir sus gestiones ante el Incora.

“Los paramilitares se instalaron en Rompedero, uno de los cuatro predios del lote San Carlos que era para titulación y en la casa principal de la hacienda”, dijo un campesino de la zona que pidió la reserva de su nombre por motivos de seguridad. “Quemaron nuestros ranchos y violaron a algunas mujeres. Los Marulanda los llamaban Los Angelitos, pues decían que Dios se los había enviado para recuperarle la tierra prometida. Los paramilitares comenzaron a cobrarle ‘vacunas’ a los campesinos de a 8.000 pesos por hectárea y 1.000 pesos por gallina o cerdo. Las familias salimos para diferentes ciudades y muchos no pusieron la declaración de desplazamiento por miedo. Somos más de 3.000 desplazados si se tiene en cuenta que había 600 familias”.

Los ‘paras’ se desmovilizaron en 2006, y en octubre de 2010, el nuevo gobierno Santos convirtió la restitución y titulación de tierras para víctimas del conflicto armado en su política central. Algunos campesinos que habían huido y otros que se habían quedado se llenaron de valor para volver a averiguar por los títulos que no habían podido formalizar de las tierras que el Incora había comprado para ellos. Formaron  la Asociación Colombiana Horizonte de Desplazados, Asocol, y comenzaron los trámites.

Enviaron cartas a la Oficina de Derechos Humanos de la Vicepresidencia de la República, la Procuraduría General de la Nación y el Instituto Colombiano para el Desarrollo Rural, Incoder, que por competencia asumió el caso. El 25 de abril de 2011 el Incoder reconfirmó la existencia de los baldíos dentro de la antigua Bellacruz y ordenó a la Subgerencia de Tierras Rurales que los recuperara Y un mes después en una reunión en Bogotá, les dijo que su caso sería prioritario.


Los campesinos han demostrado con documentos que llevan 25 años exigiendo una parcela dónde trabajar. El Estado no les ha respondido. Foto suministrada
Asocol encontró que de las 64 familias que representa, el Incora solo les había titulado a 21, y a algunas de ellas en parcelas de menos de 35 hectáreas, que es la Unidad Agrícola Familiar mínima que se ha debido adjudicar en esa región, según la ley. Los otros predios comprados por el Incora habían sido titulados a otras personas, algunos a campesinos pobres como ellos, otros a personas ajenas, como al hijo de Poncho Zuleta, el cantante.

Viendo que los predios que el Incora les había prometido una década atrás ya estaban ocupados, y habiendo constatado que dos resoluciones del Incora, ahora Incoder, les confirmaban que aún quedaban baldíos en la finca , los campesinos le propusieron al Estado que volviera a la idea original y les adjudicara los 1.500 hectáreas de baldíos adentro de la antigua Hacienda Bellacruz. Era la solución más fácil: les daría nuevas tierras baldías (incluyendo el predio María Isidra donde algunos se habían asentado años atrás) y nadie saldría perjudicado.

Pero no resultó tan fácil. Los predios, que según los campesinos y las resoluciones del Incora de 1996 y de 2011 eran baldíos, estaban ya ocupados por un gran sembradío de palma aceitera.
El proyecto agroindustrial que se desarrolla en los viejos predios de la hacienda Bellacruz, como lo confirmó VerdadAbierta.com, pertenece a la firma  La Dolce Vista y su  accionista mayoritario es Germán Efromovich con el fondo de inversión de capital de riesgo (hedge fund) Elliott de Nueva York , cuya cabeza es el reputado hombre de finanzas Paul Singer.

La Dolce Vista compró las empresas de la familia Marulanda que eran dueñas de la Hacienda la Bellacruz en 2008, por entonces una finca de 5.833 hectáreas que ellos rebautizaron como Hacienda La Gloria. Pagaron por ella, según dijeron los directivos de la empresa a VerdadAbierta.com, 22 millones de dólares, es decir a 3.771 dólares la hectárea. En pesos colombianos, casi 8 millones de pesos la hectárea. En el estudio de títulos que realizaron para comprar esas tierras, explicaron que no encontraron que hubiera allí baldíos, ni menos que hubiera reclamaciones de campesinos sobre esas tierras.

En entrevista con VerdadAbierta.com, el mismo Efromovich respondió que está seguro del due dilligence que hizo su empresa. “Si le muestro la cuenta de los abogados, quédense tranquilos.  A no ser que las instituciones (del Estado) hayan sido mentirosas. Los títulos de las tierras no tienen ningún gravamen o problema. Tenemos toda la documentación. Tanto, que el propio Estado nos aprueba una zona franca ahí y el banco con garantía de la tierra nos presta una plata. Hicimos la tarea como inversionistas y ciudadanos. Se hizo todo lo que se tenía que hacer”, dijo el enérgico empresario que recuperó Avianca de la bancarrota, y que aunque es de nacionalidad brasileña, hoy orgulloso, muestra que también tiene cédula de ciudadanía colombiana.

¿Pudieron haberles metido los Marulanda gato por liebre y en la hacienda que les vendió a estos empresarios había predios que no eran suyos sino baldíos de la Nación y encima no les contó que podía había reclamos de campesinos sobre esos predios?

Durante varias semanas VerdadAbierta.com buscó las escrituras públicas de la hacienda original y de la nueva, examinó las cartas oficiales, revisó los certificados de constitución de las empresas involucradas y mapeó los linderos de los predios originales de la Bellacruz, los que Marulanda vendió al Incora, los baldíos descritos en las resoluciones del Incora, y los que compró La Dolce Vista sobre los planos catastrales del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, para entender qué había pasado con las tierras que reclaman las 64 familias campesinas. A continuación explica lo que encontró.

Tras la pista de los baldíos
El 30 de diciembre de 1997 la familia Marulanda registró una subdivisión, que se conoce jurídicamente como ‘desengloble’, de la Hacienda Bellacruz en la Notaría 1 de Cartagena. Para esa época, a la hacienda le quedaban poco menos de 6.000 hectáreas, pues, como se dijo, había vendido al Incora otras dos mil hectáreas para que se las titulara a los campesinos

El terror paramilitar de la siguiente década, como se dijo, congeló los trámites. En 2007 la familia Marulanda hizo un levantamiento topográfico de la Bellacruz. Es decir, en un mapa dibujó las casi 6.000 hectáreas de su extensión y el 13 de diciembre en la Notaría 7 de Bogotá englobó los predios que había subdividido diez años atrás. En la diligencia anexó el mapa


La Dolce Vista Estate ya tiene sembradas 5.000 hectáreas de palma de aceite en la antigua Hacienda Bellacruz, ahora Hacienda La Gloria. Foto suministrada
El englobe estaba compuesto por siete lotes colindantes a los que llamó Solo Bloque y uno más llamado Bodega La María. A todos los predios, que estaban en el municipio de La Gloria, los registró con un solo folio de matrícula el 27 de diciembre de 2007 en la Oficina de Instrumentos Públicos de Aguachica, Cesar. Hasta este momento, la tierra seguía llamándose Hacienda Bellacruz
En 2008 La Dolce Vista Estate Inc. compró a los Marulanda, sus firmas M.R. Inversiones Ltda. y Frigorífico La Gloria S.A., que tenían propiedad sobre la Hacienda Bellacruz. Esta empresa, registrada en Panamá, había sido creada en febrero de 2006. En su directorio aparecen Jan Veldwijk (ya fallecido), Jhon R. Hager, Andrés Londoño, Daniel Andrés Peláez y Carlos Murgas Guerrero

Los primeros, según explicaron los funcionarios de la empresa en Bogotá, son representantes del fondo Elliot y de Efromovich, los segundos, Londoño y Peláez aportaron sus fincas al oeste de Bellacruz,  al otro lado del río Magdalena, en el municipio de Regidor en el departamento de Bolívar. Carlos Murgas, presidente honorario de la federación de palmeros Fedepalma, y uno de los empresarios más grandes de esta agroindustria en Colombia, es el otro socio minoritario.

Ya habiéndole comprado la finca a Marulanda en 2008, La Dolce Vista creó una sucursal en Colombia el 25 de febrero de 2009 y para ello, absorbió las sociedades San Lucas S.A. y Palmeras Río Azul, dueñas de las dos haciendas que cultivan palma aceitera en el sur de Bolívar, y que precisamente Londoño y Peláez aportaron a la sociedad. La Dolce Vista Colombia está integrada por los mismos socios de la sociedad matriz registrada en Panamá.

Unos meses después todas las antiguas empresas de los Marulanda quedaron en  manos de La Dolce Vista, representadas por el abogado de la compañía, Mario Restrepo Torres.

El 22 de septiembre de 2009, La Dolce Vista registró la finca que le compró a Marulanda (el lote independiente y los otros siete lotes englobados) como la Hacienda La Gloria, con una extensión de 5.833 hectáreas
Es en esta finca de La Gloria y sus vecinas en el sur de Bolívar es donde La Dolce Vista está desarrollando un proyecto agroindustrial ambicioso. “Ya tenemos sembradas 5.000 hectáreas y estamos en el plan de sembrar las otras 2.000”, dijo el gerente de La Dolce Vista, Ramiro de Francisco Reyes a VerdadAbierta.com. “Estamos construyendo una planta extractora, que empezará a operar en mayo de 2012 con una producción inicial de 30 toneladas por hora. En un plazo de cinco años queremos que sea una de las plantas extractoras de aceite más grandes del país, con una producción de 90 toneladas por hora”.

Para cumplir con esa meta, De Francisco explicó que La Dolce Vista creó en febrero de 2010 la firma Extractora La Gloria S.A.S. y empezó a gestionar ante el gobierno de Álvaro Uribe la aprobación de una zona franca para producir y exportar el aceite con las ventajas que da esta condición legal. En abril pasado, el Ministerio de Industria y Comercio del gobierno Santos le dio el visto bueno. Esta es una de las siete zonas francas permanentes autorizadas por el gobierno para este tipo de producción agroindustrial

En su entrevista con VerdadAbierta.com, Efromovich explicó que como empresario le apuesta a la producción de alimentos y de energía, dos cosas que van a escasear en el mundo. Por eso invirtió en el sur del Cesar. Además de desarrollar la planta extractora de aceita de palma, explicó que más adelante también desarrollará en la Hacienda La Gloria una refinería para producir biocombustible. “El plan de negocios está por etapas, debe ir hasta una refinería, en un proyecto de US150 a 160 millones de dólares”, dijo

¿Palma en tierras de la Nación?

La gran pregunta es si este proyecto de desarrollo para la zona, cuyo epicentro es la vieja Hacienda Bellacruz, está asentado en parte de los terrenos que el Incora declaró como de la Nación.
Desde 1994, el Incora dijo tras una visita realizada a la Hacienda Bellacruz que la familia Marulanda no pudo acreditar títulos de los predios Potosí, Caño Negro, Los Bajos, San Simón, Venecia, María Isidra y San Miguel, que suman 1.500 hectáreas de tierra. Marulanda apeló y en 1996 el Incora dijo que esa tierra era la Nación y en 2011 ratificó que eran baldíos.

VerdadAbierta.com encontró  el mapa de los lotes de la Hacienda La Gloria anexo a la escritura que la familia Marulanda registró en diciembre de 2007, cuando englobó los ocho lotes que integraban La Bellacruz para luego venderle a La Dolce Vista.

En 1994, cuando hubo una inspección a la hacienda para determinar cuál era la propiedad de la familia Marulanda, los peritos no anexaron ningún mapa. Y pese a la declaratoria de baldíos en dos resoluciones, ni el Incora ni luego cuando se volvió Incoder, registró estos predios como propiedad de la Nación en la Oficina de Instrumentos Públicos. Por tanto, ninguno de los siete nombres de los predios baldíos aparece en el registro nacional de baldíos del Igac.

Sin embargo, en la resolución en la que declara que Marulanda no pudo acreditar propiedad sobre esa tierra, hay una descripción detallada de los linderos de esos siete predios baldíos. Y allí aparecen referencias como la Quebrada Simaña, que está adentro de la Hacienda La Gloria. Con apoyo de expertos y con la información de los mismos campesinos que están reclamando la tierra, VerdadAbierta.com hizo un mapeo aproximado de dónde quedan estos baldíos. Y encontró que esas 1.500 hectáreas de baldíos no están unidas entre sí, sino que son predios sueltos, ubicados en los lotes 2, 3 y 4, tres de los ocho terrenos englobados por Marulanda para vender (Haga clic sobre la imagen de abajo)



Con la primera visita técnica a los predios baldíos de junio pasado, según dijo en oficio del pasado 11 de agosto la Subunidad de Tierras, el Incoder está terminando de recopilar la información para comenzar con un proceso de recuperación de los baldíos, que incluye notificar a todas las personas y empresas que pudieran ser afectadas. Según el Incoder, la recuperación tardará nueve meses. Según explicó el pasado 5 de septiembre,  Juan Manuel Ospina, director de la entidad, a este medio, luego de que “clarifiquen cuál es la ubicación exacta de los baldíos, procederán a adjudicárselos a los campesinos”.

La Dolce Vista le dijo a VerdadAbierta.com que hasta el 29 de agosto no había  sido informada sobre la existencia de un proceso de recuperación, ni notificada de que en sus predios se hubiera llevado a cabo una visita técnica.

“Del infierno a La Gloria”
VerdadAbierta.com les preguntó a los empresarios si conocían la historia de Bellacruz y la tierra que iban a terminar comprando, y respondieron que sabían del desplazamiento y de las violaciones que se habían cometido allí y, precisamente por eso querían convertir a esta zona golpeada por la violencia en un territorio de desarrollo.

Efromovich dijo que la tierra no tenía la culpa. “Quien violó los derechos humanos que pague. Que lo juzguen. La tierra no violó los derechos humanos. Fue un individuo y por eso existe lo judicial, para que lo juzguen y pague su cuenta”, dijo.

“Esto es lo que llamo del infierno a la Gloria”, dijo Ramiro de Francisco, y explicó que ya han empleado a 600 personas de esa golpeada zona y que a mediados de 2012, cuando empiece a funcionar la planta extractora aspiran a llegar a los 1.000 empleos. Además están generando 800 trabajos indirectos pues todo lo están contratando localmente, y planean comprar gran parte de la producción a campesinos, que con su respaldo, se dedique a sembrar palma. La idea es promover una clase media campesina empresarial que prospere también en forma independiente.
De Francisco dijo que ya contrataron a una firma que les ayude a organizar a los campesinos para que se asocien y firmen un acuerdo con La Dolce Vista para que cultiven palma y les vendan el fruto. “Estamos haciendo alianzas con los agricultores. Hay dos colectivos de campesinos. Uno, es el de los parceleros del Caño Alonso y otro es el de Los Cacaos”, dijo el gerente de la empresa.

Efromovich le contó a este medio que compró La Bellacruz por referencia de Andrés Londoño, un agrónomo que tenía dos fincas de palma en el sur de Bolívar. “Londoño me dijo, Germán, hay una finca cerquita de ahí, gigantesca, creo que se puede comprar. Nadie la quiere, dicen que es una tierra maldita… Entonces yo le digo: déjame mirar y en una ida a Nueva York me encuentro con John (Hager, ejecutivo del Elliott Hedge Fund). Y empezamos a hacer un plan de negocios”, dijo Efromovich.

El empresario se refirió a la familia Marulanda y aseguró que por los antecedentes no hizo sociedad con esa familia.

Los interrogantes
Por el pasado trágico de la hacienda y lo que sucede actualmente con esa tierra, el caso de la antigua Hacienda Bellacruz resulta emblemático para la política de restitución de tierras que en la que se ha embarcado el gobierno.

Baldíos que nunca se incluyeron en el censo de baldíos de la Nación, tierras propias que nunca el Estado registró oficialmente, oídos sordos al clamor de campesinos sin tierra durante años, oficinas de registro y notariado que certificaban sin revisar,  funcionarios desprolijos que han cometido errores…  todo eso lleva a que hoy desenredar los entuertos de tierras en Colombia, con todo y Ley de Tierras, sea muy difícil.

En el caso de La Bellacruz, el Estado ha hecho mal las cosas por muchos años, y así, en lugar de titularles a las familias campesinas los baldíos que reclamaron desde el principio, le compró a Marulanda dos mil hectáreas de su tierra a un alto costo para el erario y, con sospechosa lentitud y sesgo, demoró años en titularles sólo a unos de los reclamantes.

El Estado, además, ratificó su decisión de declarar siete predios dentro de Bellacruz como baldíos, pero nunca pidió cédula catastral en el Agustín Codazzi, como ha debido hacer, y por lo tanto tampoco los registró ante la Oficina de Instrumentos Públicos como propiedad de la Nación. Por eso cuando los empresarios compraron la finca, no encontraron banderas rojas que les indicaran que allí podía haber predios enredados.


 
Germán Efromovich, el principal accionista de La Dolce Vista, asegura que la empresa realizó todos los estudios necesarios de los títulos y que el Estado le confirmó que la tierra no tenía problemas. Foto archivo Semana
La Dolce Vista pone en duda que la resolución del Incora confirme que Marulanda no pudo acreditar los títulos de los siete predios signifique que no eran de él. La abogada de la empresa Ana María Botero le dijo a VerdadAbierta.com: “Todos los predios tienen titulación a 70 años. Todos los predios que dice el Incoder que les faltan títulos suficientes (para acreditar la propiedad) no es que no tengan, es porque no acreditaron títulos antes de 1917. En todos los casos la familia Marulanda compró, ellos compraron, no fue que cambiaron linderos, pagaron un precio por ellos”.

Tampoco se entiende cómo los Marulanda consiguieron registrar la subdivisión de la Bellacruz, desenglobar y englobar los lotes, en distintas notarías y oficinas de registro, sin que ninguna autoridad los obligara a aclarar y dejar registrada también la anotación que había originalmente en la matrícula de la Bellacruz y que indicaba que desde 1990 había predios en cuestión.

Incluso la abogada Botero, le presentó a VerdadAbierta.com una copia de una carta que le envió el Incoder a La Dolce Vista en julio de este año, certificando que sobre La Hacienda La Gloria no hay pendientes reclamaciones ni actuaciones de su competencia. “…Le informamos que revisando los archivos y la base de datos de proceso agrarios, encontramos que esta dependencia no adelanta ningún proceso de clarificación, extinción de dominio, recuperación o deslinde del predio en mención”, señaló el Incoder . ¿Cómo el Incoder no se fijó en que esta Hacienda se llamaba antes La Bellacruz, y sobre esta, sí estaba adelantando un proceso de recuperación de baldíos?

También quedan los interrogantes por el lado de los empresarios. “Revisamos todos los títulos y no aparece ninguno de los mapas que ustedes mencionan… Hicimos una revisión de las resoluciones (del Incora e Incoder) y esos linderos no están dentro de lo que compramos… Revisamos todo lo que puede existir. Para hacer una inversión de US160 millones de dólares uno revisa dónde es que va invertir”, dijo la abogada Botero.

Sin embargo, ¿por qué cuando fueron a comprar los lotes que hoy integran la Hacienda La Gloria no encontraron que estos fueron inscritos en una escritura en 2007 y que este documento, a su vez, hace referencia al folio de matrícula original de la Bellacruz que advierte que los predios estaban en proceso de clarificación desde 1990?   ¿Por qué no ahondaron para tener certeza de que no había campesinos con reclamaciones allí, cuando se sabía que había habido allí desplazamientos forzados? ¿Por qué desde que los campesinos de Asocol empezaron su brega en octubre de 2010, los ejecutivos de La Dolce Vista nunca se han reunido con ellos para escuchar su versión?

Visto a la luz del artículo 77 de la nueva Ley de Víctimas, surgen otras preguntas sobre el caso. Este describe las situaciones por las que una acción -como comprar tierras- puede considerarse ilícita, y una de éstas es cuando en la tierra hubo actos de violencia generalizados, desplazamiento y graves violaciones de derechos humanos que causaron el despojo o abandono.  ¿Cabe esta presunción en la antigua Bellacruz, cuando ha sido de público conocimiento que allí fueron desplazados, según registros de prensa, al menos 600 campesinos con violencia, fueron asesinados líderes que reclamaban tierras e incluso hay sospechas de que hay fosas comunes con víctimas enterradas allí?  ¿Cabe, cuando hay además, varias pruebas de que al menos uno de los Marulanda, la familia vendedora, fue condenado a 22 años de prisión por violencia paramilitar?

Si nadie quería esa tierra maldita, ¿significa eso que compraron barato? Los empresarios aseguran enfáticamente  que no, que ese es el precio normal de la tierra allí.

¿Pero también cabe la pregunta que se hacen los empresarios frente a la seguridad jurídica: es aplicable esta norma de la nueva Ley de Víctimas, cuando los empresarios cumplieron todo lo que les exigía la ley y el Estado oficialmente en todo los registros les dijo que no había problemas con esa tierra?

La decisión
Así, si en el caso de La Hacienda La Gloria, el Estado confirma que, como lo encontró VerdadAbierta.com, los baldíos están sembrados con palma, dentro de los terrenos que La Dolce Vista le compró a los Marulanda, ¿qué va hacer?  ¿Los recupera y se los entrega a los campesinos?, ¿significa esto que tendrá que reconocerles mejoras a los empresarios que pueden valer más que la tierra? ¿o más bien, les comprará a los campesinos parcelas cerca a la hacienda o en otra zona cercana? ¿liderará un acuerdo entre empresarios y campesinos para que estos últimos recuperen su tierra, adentro de la finca pero sigan con el cultivo de la palma para no entorpecer el desarrollo de  un proyecto que podrá traer prosperidad a una región deprimida y golpeada por la violencia?

VerdadAbierta.com le preguntó a Germán Efromovich qué pensaba sobre la reclamación que están haciendo los campesinos, que aclaran que no tienen nada en contra de la empresa sino con el Estado que les ha incumplido.

“En la historia está. El Estado les tiene que dar las tierras y el empresario les enseña a plantar, les financia las semillas y les garantiza la compra de la producción a un precio justo. Esa es mi opinión. Yo no tengo la fórmula matemática. Pero el Estado tiene que hacer su parte y el empresario la suya. Ahora, el empresario invierte pero no puede decir que va a comprar 10.000 hectáreas para hacer una reforma agraria”, dijo Efromovich.
Si el Incoder confirmara la existencia de baldíos dentro de la Hacienda La Gloria, Efromovich dijo que el Estado debe asumir la responsabilidad. “El Estado me tiene que responder un documento que me dio”, dijo el empresario.

Efromovich dijo que en casos donde por respuesta del Estado no se informó al empresario que había problema sobre la tierra donde está invirtiendo, el Gobierno debe darles tierras a las víctimas en zonas aledañas o en otras tierras, y que el empresario se comprometa a hacer alianzas productivas con ellos.

Los campesinos creen que su petición sobre los baldíos es legítima porque siguen sin tierra. “Esta es una lucha justa”, dijo uno de los integrantes de Asocol. “Lo que queremos es tierra para vivir y trabajar. Llevamos años tratando de demostrarle al gobierno que tenemos la razón. Buscamos los títulos que estaban extraviados por nuestros medios. Tenemos pilas de papeles y de carpetas que hemos aportado como pruebas.  No queremos desplazar a nadie. No tenemos nada en contra de la empresa. Queremos que nos den la unidad agrícola familiar”.

El director Juan Manuel Ospina le dijo a VerdadAbierta.com, lo que él consideraría podría ser una salida:“Si se llega a probar que hay tierras baldías adentro de La Gloria, el asunto sería poder llegar a un acuerdo entre empresas y campesinos para que, una vez se restituya la tierra a estos últimos, se pueda desarrollar allí un esquema viable de alianzas productivas”, dijo Juan Manuel Ospina.

Quizás del enredo, pueda salir una restitución ejemplar, en la que ambos empresarios y campesinos cedan, y a la vez consigan, sus propósitos; los unos de montar una empresa exitosa en el campo colombiano, y los otros, de hacer que, después de tantas mentiras del Estado de tantas lágrimas, por fin les restituyan la tierra prometida.

Última actualización el Lunes, 12 de Septiembre de 2011 16:21

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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Reclamantes de tierras, del desprestigio a la amenaza

Las últimas semanas no han sido fáciles para las víctimas del Urabá antioqueño y las organizaciones no gubernamentales que las acompañan en su tarea de reclamar las tierras de las cuales fueron despojadas por grupos paramilitares. Han tenido que soportar ataques para desprestigiarlos y, últimamente, amenazas directas contra sus directivos.

El último suceso ocurrió el pasado 27 de agosto durante la transmisión de un programa de televisión transmitido por el Canal Cosmovisión llamado En Caliente. En esa emisión, fue invitado Gerardo Vega Medida, presidente de Forjando Futuros, una organización que ha adelantado numerosas denuncias sobre la expropiación forzada de predios en Urabá. Al final del programa el periodista que conducía la entrevista anunció que habían recibido una llamada de una persona en la que se dijo que Vega había sido declarado “objetivo militar”.

Durante la emisión, Vega Medida habló sobre diversos aspectos de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras que impulsó el Gobierno Nacional y que entrará en vigencia en enero de 2012, así como de los riesgos que vienen asumiendo las víctimas del despojo y las organizaciones sociales que las acompañan, incluido el asesinato de los reclamantes.

Semanas antes de la amenaza, Vega Medida denunció en Medellín una campaña de desprestigio en contra de los líderes de los reclamantes de predios y de algunos directivos que hacen parte de las organizaciones acompañantes, particularmente contra Forjando Futuros y la Asociación Tierra y Vida, que reúne, solo en el Urabá antioqueño, a 2.800 reclamantes de por lo menos 150.000 hectáreas. En esa ocasión, señaló a empresarios de la industria del banano, ganaderos, comerciantes y agremiaciones sindicales, como las promotoras de la estrategia de deslegitimación.

“Consideramos que la campaña de desprestigio tiene que ver con el apoyo que le hemos dado a los reclamantes de tierras y las denuncias con nombre propio que hemos hecho de los testaferros, jefes de bandas y paramilitares que han tomado las tierras a la fuerza en toda esa época de violencia en la región de Urabá”, afirmó Gerardo Vega Medina.

Parte de lo que ha tenido que enfrentar Forjando Futuros son diversos artículos periodísticos y de opinión publicados por medios de información de circulación nacional y regional en los cuales se cuestionan algunas de sus acciones. 

Entre las acciones cuestionadas está el del supuesto el interés económico particular de quienes acompañan a los reclamantes de predios en detrimento de las víctimas, así como inducir al “error” al Gobierno nacional para que entregara a campesinos de Urabá títulos de tierras que no estaban saneados y algunas de las cuales pertenecían a particulares y. en el caso concreto de Vega Medina, utilizar el cargo de coordinador de la sede de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación en Antioquia para sustraer valiosa información sobre procesos de restitución de tierras en Urabá.

Vega Medida le ha salido al paso a todos esos señalamientos, negándolos reiteradamente y asegurando que todos ellos tienen un trasfondo económico relacionado con una petición que han hecho desde la Asociación Tierra y Vida ante el Parlamento Europeo para que antes de que entre en vigencia el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, se establezca como condición a las empresas bananeras del Urabá antioqueño el pago de tres centavos de dólar al Fondo de Reparación para las Víctimas como un acto de equilibrio con el pasado, cuando esas mismas compañías le aportaron por lo menos 19 millones de dólares a los grupos paramilitares de la subregión entre los años 1997 y 2004 a través de una cooperativa de seguridad y vigilancia privada llamada Papagayo.

De acuerdo con Vega Medina, la idea se comenzó a promover desde junio pasado ante diferentes gobiernos europeos: “hemos hecho una carta a todos los parlamentarios de la Unión Europea, hemos visitado Francia, España y Alemania. Algunos gobiernos ven con buenos ojos la propuesta, otros piensan que se debe conformar una comisión del Parlamento Europeo y se verifiquen los hechos para que estén tranquilos”.
A esa idea se le suma las denuncias de ha hecho Vega Medina este año. Una de ellas en marzo, cuando llamó la atención sobre la existencia de una oficina paralela del Incoder en el Urabá antioqueño a través de la cual se legalizó el despojo de miles de hectáreas de tierras productivas. Lo señalado por este directivo fue ratificado por el presidente Juan Manuel Santos, quien advirtió que la expropiación forzada llegó a 41.600 hectáreas y en ella participaron no sólo funcionarios de Incoder sino de oficinas de registros e instrumentos públicos y notarios de la zona.
Otra de sus denuncias se conoció en junio pasado, cuando llamó la atención sobre una reunión realizada en una finca del Urabá antioqueño en la que participaron varios empresarios bananeros involucrados en el despojo de tierras y la negociación de tierras de propiedad de la Nación con funcionariosdel Incoder y la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación.
Según el directivo de Forjando Futuros, la campaña de desprestigio, y ahora las amenazas en su contra, provienen de dos sectores específicamente: empresarios bananeros que se oponen a la campaña de los tres centavos de dólar y testaferros de paramilitares que están preocupados porque se devele la verdad de quiénes fueron realmente los que se tomaron la tierra en Urabá.

Esa búsqueda de la verdad y el reclamo por la restitución ha ocasionado que a la Asociación Tierra y Vida le hayan asesinado ocho socios entre los años 2008 y 2011: se trata de Juan Jiménez Vertel, Benigno Gil, Jaime Antonio Gaviria, Alejandro Pino Medrano, Albeiro Valdez Martínez, Hernando Pérez Hoyos, Oscar Maussa y David Góez.

Una vez conocida la amenaza contra Vega Medida, las organizaciones no gubernamentales Corporación Nuevo Arco Iris, CODHES, Redepaz, Instituto Popular de Capacitación, Fundación Forjando Futuros y la Asociación  Tierra y Vida, respaldaron la gestión de Vega Medida, consideraron que la vida e integridad de este directivo, así como la de los integrantes de la Asociación Tierra y Vida, está en riesgo y demandaron “investigaciones rápidas y eficaces” sobre la amenaza registrada contra Vega Medida e insistieron en “demandar resultados en las investigaciones y el castigo a los responsables” de los asesinatos contra los nueve líderes y reclamantes de tierras del Urabá antioqueño ocurridos en los últimos años.
 
Tomado de
http://www.verdadabierta.com/nunca-mas/nuncamas/3499-reclamantes-de-tierras-en-uraba-del-desprestigio-a-la-amenaza

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martes, 6 de septiembre de 2011

La palma y los paramilitares en Chocó

La usurpación de la propiedad colectiva en territorios protegidos de las cuencas del Curvaradó y Jiguamiandó, en Chocó, tiene todos los ingredientes que está tratando de develar el Gobierno Nacional en el tema de tierras: presión de grupos paramilitares, presencia de empresarios ambiciosos y apoyo institucional de sectores del Estado que legitimaron el despojo y la creación de grandes proyectos productivos asociados a la siembra de palma de aceite. (Ver texto completo de Empresarios palmeros, poderes de facto despojo de tierras en el Bajo Atrato)
Esa asociación entre sectores legales e ilegales quedó en evidencia en la investigación Empresarios palmeros, poderes de facto y despojo de tierras en el Bajo Atrato, publicada por la Corporación Nuevo Arco Iris en su libro La economía de los paramilitares, la cual cobra vigencia hoy, pues coincide con las denuncias que se vienen haciendo, cada vez con más recurrencia, desde la Presidencia de la República, el Ministerio de Agricultura y la Superintendencia de Notariado y Registro.

Una de las conclusiones centrales de esta investigación es que el proceso de apropiación y expropiación de la tierra en los territorios de titulación colectiva de Curvaradó y Jiguamiandó “no dependió exclusivamente de la capacidad coercitiva del dispositivo paramilitar para hacerse al botín e imponer su voluntad a terceros, como tampoco es producto solo del uso de medios ilegales”.

Según los hallazgos, “el aparato estatal, a través de arreglos institucionales como el sistema de crédito y otros, cumplió un papel central en su financiación en una primera fase, y en la generación de condiciones para el desarrollo del proyecto agroindustrial con orientación a la producción de biocombustibles en una segunda”.

Lo que advierte este trabajo es que a raíz de la crisis de la economía agroexportadora del banano a mediados de la década del noventa, determinada por el descenso continuo del precio internacional de la fruta y la caída de la tasa de cambio, así como por las condiciones extraeconómicas generadas por la guerra, “se fue vislumbrando un proyecto agroindustrial de palma como alternativa de diversificación y recomposición de la economía regional”.

El proyecto palmero se constituyó entonces “en eje articulador de una coalición de poder cuyo vértice estuvo formado una fracción bananera venida de Urabá, una palmicultora de la Costa Atlántica y una de las fracciones paramilitares que había implementado la estrategia de tierra arrasada”, que tuvo en Vicente Castaño Gil a uno de sus promotores más connotados.

La primera fase de ese proyecto se inició con los desplazamientos forzados de comienzos de 1997 que comprometieron a las comunidades de las cuencas del Salaquí, Cacarica y Truandó y que tuvieron su origen en dos intervenciones armadas realizadas de manera simultánea: de un lado, la llamada Operación Génesis, adelantada por la Brigada XVII del Ejército, con sede en Carepa, Antioquia; y de otro, la Operación Cacarica, ejecutada por grupos paramilitares de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu).

El despojo se fue consolidando y quienes estaban al frente del proyecto palmicultor se valieron nuevamente de procesos de desplazamiento forzado en los años 2000 y 2002, propiciados nuevamente por grupos paramilitares, esta vez de las Auc, para adelantar una segunda fase de intervención económica.

“En este periodo se concentra la creación de nuevas sociedades económicas y la apropiación de recursos públicos para el desarrollo de los cultivos, mientras se afianza la toma de la tierra y se produce un ajuste en las estrategias para desactivar la resistencia de los titulares del derecho colectivo y su campo aliado”, dice el texto en uno de sus apartes.

Esa articulación entre legalidad e ilegalidad, según diversas fuentes testimoniales y documentales consultadas en esta investigación, se evidenció en el comportamiento de entidades del Estado como el Banco Agrario, Finagro y el Fondo Agropecuario de Garantías, que participaron de la financiación del proyecto palmicultor, pese a que ya existían denuncias sobre las ilegalidades en la adquisición y titulación de los predios destinados a la siembra de palma de aceite.

El acceso a recursos de crédito y subsidios como el Incentivo de Capitalización Rural (ICR) han sido considerados  en este trabajo como “un producto de la astucia de las empresas que aprovecharon un instrumento de política agraria como son las alianzas estratégicas y lograron disimular muy bien el ilícito de la usurpación de tierras”.

Asimismo, la exhaustiva revisión documental reflejada en el texto identificó que los distintos trámites notariales a través de los cuales se legalizaron las transacciones fraudulentas de tierras se realizaron notarías Únicas de Chigorodó y Carepa; así como en las notarías 5, 18 y 26 de Mede-llín; la Notaría 8 de Barranquilla; y la Notaría Única de San Jacinto, Bolívar. En todo ello también tuvo participación la Oficina de Registros e Instrumentos Públicos de Quibdó.

Si bien parte de los compradores de tierras, financiadores del proyecto palmicultor y empresarios provenían de la Costa Atlántica y de Medellín, se pudo establecer que varias de las sociedades que se conformaron en el Darién chocoano estuvieron bajo el predominio de jefes paramilitares. La investigación determinó que Inversiones Agropalma fue dominio de Jesús Ignacio Roldan Pérez, alias ‘Monoleche’; Palmas S.A. de Diego Murillo Bejarano, alias ’don Berna’; y en Palmado tuvo participación Raúl Emilio Hasbún Mendoza, alias ‘Pedro Bonito’.

El documento también estableció que en la zona de cultivos de palma hizo presencia Sor Teresa Gómez, una mujer leal al proyecto paramilitar, y quien fue referenciada por las autoridades nacionales como una de las intermediarias del despojo de tierras en el Urabá antioqueño en asocio con el Fondo Ganadero de Córdoba.

De acuerdo con los hallazgos, Gómez fungió como representante legal de una asociación conocida como Asoprobeba, a través de la cual se hizo a tierras en el año 2002 en los territorios colectivos supuestamente de propiedad del narcotraficante Hugo Fenel Bernal Molano, solicitado en extradición por la justicia de Estados Unidos, pero que hacían parte de procesos fraudulentos.

Ante los cuestionamientos de las autoridades por las irregularidades en la adquisición de estos predios por parte de Asoprobeba, sus voceros respondieron que después de su creación recibieron el apoyo de Uniban y aclararon que esas compras fueron subsidiadas hasta en un 70% por el Incora.
El cuestionado proyecto palmicultor también contó con el apoyo de la Gobernación de Antioquia, tanto bajo la administración de Guillermo Gaviria Correa (iniciada en enero de 2001 y finalizada con su asesinato a manos de las Farc el 6 de mayo de 2003) como por su hermano Aníbal en el periodo 2004 – 2007, quien incluyó el tema en el Plan de Desarrollo “Antioquia Nueva, un hogar para la vida”.

Lo que han dejado claro está investigación es que el despojo de tierras y el proyecto agroindustrial de la palma no pueden entenderse como parte de un plan predeterminado del paramilitarismo, sino “como un proceso que se estructura en la compleja intersección del proceso conflictivo de colonización, la crisis del sector algodonero y la expansión de la palma de aceite, la crisis de la economía bananera en Urabá y la necesidad de diversificación de la inversión que condujo a reactivar la presión por la tierra”.

En todo tuvieron un valor significativo, según lo investigado, la persistencia de una concepción regional de esos predios como “territorios vacíos”, así como “la descentralización del monopolio de la fuerza como soporte del escalamiento localizado y la expansión de la guerra contrainsurgente en el país, el derecho de botín como concesión y la existencia de condiciones institucionales para el funcionamiento del paramilitarismo”.

Tomado de
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domingo, 4 de septiembre de 2011

¿Que paso con la tierra de los desplazados?

En este capítulo, CONTRAVÍA retoma varias denuncias que sectores sociales y políticos han hecho sobre la apropiación de tierras campesinas por parte de grandes empresarios y terratenientes. Entre esos, hoy supuestos propietarios, están los casos de Álvaro Echeverría y la empresa Argos, quienes acumulan miles de hectáreas de origen minifundista en los Montes de María, argumentando su buena fe en transacciones que hoy están en la palestra pública. .

CONTRAVÍA hace una radiografía de esa apropiación y da los elementos suficientes para evidenciar cómo, desde el despojo a manos paramilitares, los campesinos han tenido que sufrir el despojo legal y las argucias del gobierno de Álvaro Uribe para conceder esas tierras a grandes inversionistas.

¿Podrán los empresarios demostrar su buena fe al comprar tierras campesinas? ¿Qué sectores sociales aprovecharon la violencia para enriquecerse? ¿Era el paramilitarismo una estrategia económica? Son algunos de los interrogantes que trata de resolver este capítulo







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